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Viajar por Japón sin Japan Rail Pass: nuestra aventura haciendo dedo

Cómo moverse por Japón: ¿Japan Rail Pass o viajar a dedo?

Cuando uno busca cómo moverse en Japón, lo primero que aparece como “la mejor forma” es el tren. Y sí, lo es... especialmente si usás el Japan Rail Pass (JR Pass), un pase que te permite viajar de forma ilimitada durante 7, 14 o 21 días por casi todo el país.

¿Cómo funciona el Japan Rail Pass?

- Se compra desde el exterior, antes de viajar.

- Completás un formulario con tus datos y una foto.

- Te llega por correo postal a tu casa.

- Al llegar a Japón, activás el pase en alguna estación grande (como Tokio, Kioto o el aeropuerto).

- Solo tenés que mostrar la credencial en el molinete: no necesitás sacar ticket cada vez.

- Es válido solo para trenes JR. Si tomás otro tipo, se paga aparte.

Sebas viajó así en 2015 y lo súper recomienda: rápido y cómodo sin hacer filas. 
web oficial Japan Rail Pass: Japan Rail Pass

Pero esta vez... lo hicimos diferente

Este era un viaje distinto: en pareja y con mucho menos presupuesto. Así que dijimos: ¿y si lo hacemos a dedo como en otros países?. Aunque sabíamos que en Japón sería mucho más complejo.

¿Nos creerían si les decimos que hicimos de Tokio a Fukuoka a dedo, durante 20 días, más de 1000km y ¡hospedándonos gratis!? 

El comienzo no fue fácil...

Nos informamos por algunos blogs (muy pocos en español). Las autopistas en Japón no tienen banquina como para parar. Y nadie entendía qué hacíamos parados al costado del camino.

Salir de Tokio fue frustrante. Teníamos un cartel en japonés con una ciudad cercana (a 50 km), pero estábamos en el lado equivocado y nadie iba hacia allá. Después de 4 horas sin éxito, entendimos nuestro error.

Desde los autos nos miraban sorprendidos. En un momento, alguien se bajó, nos dejó dos botellas de agua y salió corriendo. Intenté agradecerle, pero no quiso ni escucharme. Lo hizo porque son así: generosos, discretos, silenciosos.

Ese día tuvimos que tomar un micro para salir de la gran ciudad. Estábamos a punto de rendirnos.

El segundo intento: ¡funcionó!

Al día siguiente lo intentamos de nuevo, esta vez mejor ubicados y con más información. ¡Y qué bueno que lo hicimos! Nos pasó de todo:

Algunas personas nos ofrecían dinero para que pudiéramos tomar un bus. Pensaban que no teníamos cómo movernos. Jose estaba tan cansada que se sentó en el piso, y una chica con uniforme escolar se acercó para decirnos que “eso no se podía”. Pero en lugar de enojarse, se quedó a charlar un rato y, al final, ¡nos acompañó caminando hasta un lugar más apropiado para hacer dedo!
Después de esperar dos horas, finalmente se detuvo un auto: ¡un japonés nos levantó! La emoción fue inmensa. Sentimos que habíamos vencido lo imposible.

 

Para los últimos 67 km hasta Fukuoka, estábamos en una estación de servicio cuando un japonés nos habló en español:
—"¿Van a Fukuoka? ¿Los llevo?"
¡Por supuesto que dijimos que sí! Lo mejor es que no venía solo: enseguida apareció su familia, ¡y nosotros ya estábamos en el auto!

Nos contaron que habían vivido diez años en Madrid, ahora tenían tres hijos y estaban ahorrando para volver a viajar. Al vernos con el cartel, pensaron: “al final, para viajar no hace falta tanto dinero”.

Antes de llegar a la ciudad, nos preguntaron:
—"¿Les molesta si primero vamos a pescar?"
Obviamente dijimos que no. Así que fuimos a pescar con ellos y luego nos llevaron a conocer el templo más famoso de Fukuoka. Ya caía un aguacero tremendo, pero aun así nos dejaron directamente en la puerta del hostel.

Al día siguiente seguíamos rumbo a Corea del Sur, pero esta experiencia nos dejó llenos de gratitud y con el corazón contento.

 

 

Couchsurfing en Japón: una experiencia diferente

Queríamos conocer Japón de una manera distinta. Como viajábamos por varias ciudades y a veces el presupuesto era ajustado, Couchsurfing se volvió una gran opción. En Osaka, encontramos a un anfitrión muy activo en la app y, para nuestra sorpresa, aceptó hospedarnos de inmediato. Así que allá fuimos.

Él se autodenominaba "el anti-japonés", porque mientras sus amigos trabajaban infinitas horas en oficinas, él prefería recibir viajeros, tocar la guitarra criolla y compartir historias. Después de una charla en inglés y español, entendimos por qué: había viajado por todo el mundo, había pasado seis meses en Sudamérica ¡y hasta cantaba en los colectivos para financiar su viaje!

“Argentina me encantó”, nos dijo. Le fascinaban la comida, la pasión por el fútbol y, como anécdota, nos contó que en Buenos Aires, el colectivo 152 ya no lo dejaba subir porque siempre se ponía a cantar. Vivía en un diminuto monoambiente, donde por las noches abría colchones en el suelo para dormir. Usaba la pileta del baño como biblioteca. Nos cantó temas de Chayanne y Soda Stereo, tomamos mate juntos —que le encantaba— y nos compartió muchas historias de sus viajes.

 

Una chica de China, que estaba estudiando en Japón, nos recibió con mucha amabilidad. Como estábamos viajando a dedo, calcular la hora exacta de llegada era complicado, pero ella se quedó despierta esperándonos. Fue un gesto que agradecimos muchísimo. Nos recomendó varios lugares imperdibles para visitar en Kioto, y nos encantó su energía: era muy joven, súper alegre y siempre con una sonrisa. Probó el mate, pero no le gustó… le pareció demasiado amargo. ¡Igual lo intentó con buena onda!

 

También conectamos con personas a través de grupos de Facebook, buscando “Latinos en Japón”. Gracias a las fotos y relatos que compartíamos, varias personas se ofrecieron a recibirnos.

En Kawaguchiko, un pueblo cercano al Monte Fuji, una familia salvadoreña-japonesa nos abrió las puertas de su hogar. Nos prestaron bicicletas y recorrimos el lago. Nos cocinaron pupusas (plato típico de El Salvador), y por la noche compartimos cena japonesa. Un día nos llevaron a un restaurante y toda la familia nos invitó. Una de nuestras mejores fotos, con el Monte Fuji de fondo, la tomó su hijo, estudiante de fotografía.


Cerca de Hiroshima, una peruana que llevaba más de 20 años trabajando en un restaurante también nos recibió. La idea era quedarnos una noche, pero terminamos quedándonos tres. Teníamos una habitación solo para nosotros y realmente necesitábamos descansar. Además, comimos delicioso en su restaurante de comida peruana.
Si estás pensando en viajar por Japón, animate a vivir este tipo de experiencias. Las anécdotas y las personas que conocés en el camino se convierten en lo más valioso del viaje.